COVID-19 está ocasionando un impacto devastador sobre el bienestar de las personas, los sistemas nacionales de salud y la economía mundial. Tras 28 millones de contagiados y cerca del millón de muertos en el Mundo, nuestra vida ha cambiado drásticamente, con la esperanza puesta en una vacuna segura que nos lleve a la normalidad, sin adjetivos.
El miedo al contagio, el retraso en acudir al médico, la cancelación de las operaciones quirúrgicas y consultas programadas, o la obligada redistribución del personal sanitario, para cubrir nuevas unidades y hospitales dedicados a pacientes COVID-19, están ocasionando un incremento alarmante de nuevos enfermos cardiovasculares, con cáncer y otras patologías, con el consiguiente deterioro de su estado clínico. Diversos organismos internacionales y sociedades científicas están avisando de que muchos pacientes, con otras enfermedades, van empeorando y muriendo en el camino, por falta de la debida atención médica, a consecuencia de esta pandemia.
De momento, no es posible librarse del coronavirus SARS-CoV-2, que llega por el aire, por contacto físico -¿excepto los codos?-; pero, también invaden nuestras casas a través de los medios de comunicación, que no paran de bombardear con una inabordable información sobre esta terrible plaga. Al escribir este artículo, Google™ refiere que se han producido 6.220 millones de resultados (0,85 segundos) en el mundo.
En España, estamos sufriendo la segunda oleada de la pandemia, en una época especialmente delicada para nuestra economía, muy dependiente del turismo. Durante la primavera fueron frecuentes los comentarios, procedentes de autoridades políticas, epidemiólogos y científicos, sobre la previsible reducción del número de contagiados en verano, por la dificultad de los coronavirus para propagarse a temperaturas elevadas, aunque reaparecerían en otoño y/o invierno, por su carácter estacional. No pudimos disfrutar de ese anunciado y soñado descanso veraniego que hubiera contribuido, de forma importante, a la recuperación de nuestros limitados recursos.
Estas últimas semanas, nuestro país sigue sumando miles de contagiados y demasiados fallecimientos cada día, desgraciadamente habiéndose superando el medio millón de contagiados (fecha 10.09.20, cifras totales: 543.379 contagiados y 29.628 muertos).
Nunca antes…
… la población recibió tanta información sobre inmunología, virología, neumología, epidemiología y vacunas.
… se dedicaron, en pocos meses, tantos recursos humanos y materiales para combatir una enfermedad.
… se construyeron grandes hospitales para estos pacientes.
… más de 200 grupos de investigación internacionales trabajaron, sin descanso, en busca de una vacuna eficaz.
… la Organización Mundial de la Salud se mostró tan falta de liderazgo.
… un virus se revelaba tan extraño y escurridizo, produciendo una tormenta inflamatoria colosal y letal, dejando tan pocas huellas en nuestro sistema inmunitario.
… los científicos debieron rectificar tanto, en tan corto espacio de tiempo.
A medida que la pandemia de COVID-19 prosigue de forma indeleble, se van conociendo mejor sus daños en los pulmones y otros órganos y tejidos. Contamos con una valiosa información, aún limitada, sobre su acción directa sobre el corazón y sus posibles secuelas.
Cómo invade el corazón humano
El coronavirus SARS-CoV-2 está formado por una única hebra enrollada de ácido ribonucleico (ARN), que mide 50 – 200 nanometros -milmillonésimas de metro-, con una secuencia de ARN conteniendo 30.000 nucleótidos.
Su genoma contiene ARN monocatenario de sentido positivo (ARNmc+). Esta rimbombante definición solo viene a indicar que se trata de una especie de escalera enrollada de material genético, con la misma polaridad del genoma humano; por tanto, con capacidad para traducir la información de nuestras células y, consecuentemente, replicarse con facilidad en su interior. Para entendernos, hablan nuestro “idioma celular”, no precisando de un traductor -ADN intermedio-; todo cuanto contiene la célula humana “lo entiende”, incluyendo la información incluida en nuestras células defensoras.
Para invadir las células, este coronavirus está dotado de una microestructura muy eficiente para efectuar el necesario contacto e introducir su información genética. De aspecto esférico, el virus SARS-CoV-2 está poblado en su superficie de múltiples picos o proteínas S (del inglés, spikes), que le confiere un característico aspecto de corona, constituyendo una máquina molecular multifuncional impresionante, más compleja de lo que se creía.
El interior de la nariz y la garganta contienen abundantes receptores de la enzima convertidora de la angiotensina 2 (ECA2), puertas de entrada del virus SARS-CoV-2 en nuestro organismo. Esta enzima ECA actúa sobre el sistema renina-angiotensina-aldosterona, sistema hormonal complejo del riñón, hígado y glándula suprarrenal, que regula la presión sanguínea, el volumen extracelular corporal y el balance de sodio y potasio. En algunos órganos -corazón, pulmón, riñón-, las paredes internas de los vasos sanguíneos -endotelio- y la sangre, la angiotensina I se convierte en su forma activa angiotensina II, que activa la presión arterial. Esta importante transformación bioquímica es producida por la ECA2.
Algunas de las numerosas proteínas S contactan con las células humanas por sus puertas de entrada o receptores ECA2 de la membrana -cubierta celular-. La subunidad S1 viral efectúa el contacto con la ECA2 y, posteriormente, la subunidad S2 fusiona íntimamente las membranas de la célula y del virus. De esta forma, ambas unidades biológicas quedan unidas definitivamente y preparadas para el inevitable intercambio de información genética del agente invasor.
La investigación científica ha aclarado que las ECA2 no constituyen las únicas puertas de entradas que utilizan este coronavirus, sino que secuestran otras enzimas y proteínas de la membrana para introducirse en células humanas de diferentes órganos y tejidos, como las denominadas TMPRSS2, Cathepsin B y Cathepsin L.
Recientemente, un equipo de investigadores de EEUU ha descubierto como actúa el virus SARS-CoV-2 para invadir el organismo humano. Una vez dentro de las primeras células, comienza su trabajo de replicación con una estrategia muy sutil; emplea la táctica del “Caballo de Troya”, no invadiendo los órganos que contienen abundantes ECA2, sino aquellos con escasa cantidad de estos receptores. De esta forma, distraen y confunden a nuestro sistema de defensa inmunológico que se dirigen, fundamentalmente, donde esperaban el ataque viral más importante -riñón, vasos sanguíneos o corazón-, dejando desprotegidos los pulmones, por contener menos puertas de entradas ECA2 y, previsiblemente, más difíciles de invadir por el virus.
A medida que esta pandemia va trascurriendo, se conoce mejor a este extravagante y peligroso virus SARS-CoV-2, que puede dañar también el corazón, como los datos epidemiológicos recientes ponen de manifiesto, aunque con una incidencia menor que otros órganos.
https://doi.org/10.7554/eLife.59177
COVID-19 en pacientes cardiovasculares
Hace unos días, la prestigiosa revista científica JAMA ha publicado importantes hallazgos, procedentes de equipos alemanes, alertando de los peligros de la COVID-19 sobre el corazón. Desde el principio de la pandemia, sabemos que los pacientes con problemas cardíacos previos tienen mayor riesgo de que esta infección viral pueda empeorar su situación clínica, aunque sus mecanismos de acción y la posible curación de las lesiones miocárdicas no han sido aclarados.
http://jamanetwork.com/article.aspx?doi=10.1001/jamacardio.2020.3551
Se ha señalado que la tasa de mortalidad entre los pacientes con enfermedad cardiovascular previa es del 10%, más alta que la de la población general. Entre un 8-25% de los pacientes hospitalizados, por problemas pulmonares graves por COVID-19, presentan algún episodio de arritmia, hipertensión, insuficiencia cardiaca o infarto de miocardio.
"Las personas con enfermedad cardiovascular conocida tienen un mayor riesgo de complicaciones más graves por enfermedades respiratorias virales, como COVID-19. Sabemos que durante la infección grave por SARS-CoV-2, la función cardíaca puede disminuir. A veces, esta disminución de la contractilidad es consecuencia de la respuesta inflamatoria sistémica y, en algunas personas, debida a una infección viral directa sobre el corazón" según la Dra. Leslie Cooper, jefe del departamento de Cardiología de la Clínica Mayo.
COVID-19 en corazones sanos
Inicialmente, la mayoría de especialistas pensaron que esta nueva enfermedad produciría una miocarditis, como se observa con otras infecciones virales. En la mitad de los pacientes hospitalizados con mala evolución clínica, los estudios histopatológicos muestran una replicación muy activa, con una carga viral en el corazón superior a 1.000 copias por microgramo de ARN.
La infección por el virus SARS-CoV-2 no se produce en el interior de los cardiomiocitos -células contráctiles del corazón-, son muy resistentes a la invasión.
¿Será porque nunca ha sido fácil acertar con la cerradura de algo en constante movimiento?
Ante la resistencia que oponen los cardiomiocitos, los coronavirus se quedan en el espacio intersticial –espacio entre las células- y en los macrófagos -células inmunitarias encargadas eliminar las células y sus restos dañados o muertos-.
https://jamanetwork.com/journals/jamacardiology/fullarticle/2768915#247242400
Un grupo de científicos de la Universidad de Maastricht (Holanda) ha comparado los cardiomiocitos de personas jóvenes (19-25 años) y mayores (63-78 años), para analizar la acción de los genes que instruyen a estas células para la producción de proteínas en sus membranas. Sorprendentemente, encontraron que los cardiomiocitos de las personas mayores eran más activas en la producción de proteínas y enzimas de superficie –puertas de entrada-.
“Con la edad, los cardiomiocitos van produciendo más proteínas y enzimas, que utilizan el SARS-CoV-2 para poder invadirlos. Esto hace que estas células sean más vulnerables para ser dañadas por el virus y podría constituir una de las razones de que la edad avanzada sea uno de los factores de riesgo más importantes en la infección por el SARS-CoV-2”
https://www.biorxiv.org/content/10.1101/2020.07.07.191429v1.full.…
Otra investigación reciente, publicada en la revista JAMA Cardiology, informa que el 67% de los pacientes estudiados por resonancia magnética, que superaron la infección grave de COVID-19, mostraron signos de afectación cardiaca, más de 2 meses después del alta hospitalaria. En la actualidad, desconocemos si estas secuelas por la acción directa viral o la tormenta inflamatoria que origina, constituirán daños transitorios o permanentes.
https://doi.org/10.1001/jamacardio.2020.3557
Estos importantes hallazgos orientan hacia la ineludible necesidad de realizar un cuidadoso seguimiento clínico, a largo plazo, en todos estos pacientes por cardiólogos.
Importantes científicos están alertando que las preocupaciones que plantean no son teóricas, sino que requieren de la debida atención médica para prepararnos sobre lo que pudiera tratarse de otra dimensión de esta pandemia, una nueva cardiopatía post-COVID-19.
La ansiada llegada de una vacuna segura, venga de donde venga, nos devolverá nuestro bienestar perdido, tan poco valorado hasta que, en la pasada Navidad, llegó desde Oriente, este coronavirus desconocido y extraño, que tan rápidamente encontró nuestros puntos más débiles.
No suena bien, pero así ha sido.
“La información es poder” – Francis Bacon, filósofo y escritor británico.
“Conócete a ti mismo y conoce a tu enemigo” – El arte de la guerra (siglo V a.C.) de Sun Tzu, general chino, estratega y filósofo.
Nota del autor
Conocer bien al enemigo es el mejor camino para poder derrotarle. Sin embargo, la complejidad del coronavirus SARS-CoV-2 está haciendo rectificar a relevantes investigadores por sus afirmaciones sobre los mecanismos de invasión del virus, posibles tratamientos y diversas vacunas en fase de desarrollo.
Por tanto, este artículo de divulgación científica podría resultar obsoleto en pocas semanas. Tras su lectura, si fuera factible, sería aplicable aquello que mostraban en TV, en la serie norteamericana Misión Imposible: “Esta información se autodestruirá en cinco segundos”.
José Manuel Revuelta Soba
Profesor Emérito – Catedrático de Cirugía
UNIVERSIDAD DE CANTABRIA
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